FUNDAMENTOS
El principal objetivo del Programa de Formación en Valores en los
países del MERCOSUR y de la UNASUR
es la formación integral de
ciudadanos y ciudadanas. Dicho proceso es fundamental en el marco de la crisis
de valores que afecta a los países
de nuestra región en general y a nuestro país en particular.
La práctica activa, responsable,
creativa y autónoma de la ciudadanía es central para construir sociedades sin
exclusiones, donde el ejercicio de la misma signifique ser titular efectivo y pleno de derechos y
responsabilidades que expresen la democracia. Entendemos que, si bien la formación de los ciudadanos
comprende un largo proceso que transcurre durante toda la vida, tal objetivo
debe estimularse muy especialmente en la niñez y la adolescencia, etapas en las
cuales los sujetos construyen su personalidad, estructuran su pensamiento y
forman su subjetividad.
La formación de los niños y jóvenes se desarrolla en distintos espacios
sociales, en relación con otros sujetos -pares y adultos del medio familiar,
social y comunitario-. Y dentro de estos ámbitos, la familia y la escuela detentan
un papel privilegiado en su educación y formación. En función de lo anterior,
el Programa de Formación en Valores toma como centro
de implementación el espacio del aula, en el cual los alumnos adquieren y construyen conocimientos
socialmente válidos, en relación con sus pares y docentes.
Desde sus inicios, la educación tuvo un claro rol como espacio de construcción de ciudadanía.
Actualmente también lo tiene, y lo ejerce a través de dos estrategias
fundamentales, que son complementarias y ambas igualmente necesarias.
La primera, y la más asumida históricamente por la
escuela, es la que la ubica como transmisora de conocimientos, habilidades y
valores con los que los niños y
jóvenes que transitan el sistema
escolar se construyen como sujetos concientes de derechos y obligaciones
ciudadanas, con una identidad nacional fuerte. La escuela en este
aspecto hace su aporte en la construcción de sujetos con “sentido de
pertenencia” a la
Nación Argentina. Así la educación pública conforma,
entonces, un espacio de transmisión de la cultura y de producción de
identidades.
La segunda estrategia, relativamente novedosa para
el sistema educativo, es aquella en que la escuela se trasforma en un
espacio participativo y democrático. Creemos que éste es el mayor
desafío, y estamos convencidos que el camino es apostar a construir un
sujeto alumno activo que -a
través de la relación con el educador y con sus pares- construya conocimiento.
Es importante valorar al alumno como portador de un saber propio, de un
bagaje de conocimientos y habilidades anteriores al encuentro con el docente en
el aula, que ha construido a lo largo de
su historia personal, no sólo en su paso por el sistema educativo sino también
en sus relaciones cotidianas.
Es decir que el niño encuentra en la escuela un
lugar donde adquiere conocimientos y, a la vez, pone en juego y socializa
sus saberes previos. Ella funciona como un ámbito de igualdad y
libertad, de participación, de respeto por el otro y, en definitiva, como
un espacio en el que la ciudadanía se construye y se ejerce en cada momento. Para
ello es fundamental abrir el espacio escolar al pensamiento crítico y al
diálogo simétrico.
No
desconocemos que la función del docente se encuentra condicionada por múltiples
demandas y diversos atravesamientos “paradojales” que el maestro tiene que
soportar. Algunos pensadores, pedagogos, analistas y sociólogos lo han definido
como “malestar docente”, en palabras de Anny Cordié[1],
“desprofesionalización” de acuerdo a Gimeno Sacristán[2] y
“miseria de la posición” siguiendo a Bourdié[3]. Estos
y otros tantos conceptos remiten a la complejidad de una profesión enmarcada
por aspectos culturales, históricos, sindicales, laborales, institucionales,
curriculares, socio-afectivos, imaginarios e ideológicos, entre otros.
Los
educadores son un pilar necesario de este Programa. Partimos de
reconocer la complejidad de su posición y re significamos su tarea como mediadores
del proceso de educación y aprendizaje en torno a cada temática.
Los
educadores intercederán en las posibilidades del niño al encontrarse con cada nuevo
objeto de conocimiento: construirán diversas situaciones didácticas, tomarán
decisiones anticipadas sobre cómo encarar el proceso de enseñanza según la
singularidad propia de cada uno de sus alumnos y, de acuerdo a la idiosincrasia
de sus contextos institucionales constitutivos y de pertenencia, “subjetivando”
con esto el proceso de enseñanza.
El
Programa tiene la intención de promover la construcción de propuestas
didácticas centradas en la producción creativa de los alumnos[4], que escapen a la generación de escritos
basados en la copia y la repetición. En contraposición a esto, se alentarán
aquellas que sean generadoras de la reflexión crítica y el pensamiento
autónomo, factibles de ser trasladadas en acciones concretas a la comunidad de
pertenencia.
Con
ello se habilitará un posible camino para vincular a cada uno de los niños y
adolescentes que participan del Programa
con temáticas significativas para su formación integral y para su futuro
ejercicio como ciudadanos. Del mismo modo, se procurará generar espacios
constructivos que, al interior de cada comunidad educativa, inviten a la
creación de proyectos educativos innovadores en torno a la temática anual.
[1] Analista francesa.
[2] Pedagogo español.
[3] Sociólogo francés.
[4] Concepción de propuesta didáctica centrada
en la producción del niño desarrollada por la cientista de la educación
argentina, Lic. Norma Filidoro, en su libro: Filidoro, Norma. “Psicopedagogía: conceptos y problemas”. Buenos
Aires: 2002.